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Existen dos maneras para conseguir un hueso. Una es profanar las
tumbas y cargar un costal de esqueletos; la otra, extraer un mineral
llamado hidroxiapatita y sacarle un polvo blanco. El esmalte de los
dientes contiene más del 99% de hidroxiapatita en forma densa, y
casi el 65% de los huesos está compuesto de una versión más
porosa de este mineral. El resto del hueso es fibra de colágena, una
proteína que lo hace flexible, además de algunas células vivas. Si el
mineral se puede conseguir, ¿por qué los doctores y los dentistas
no lo utilizan para fabricar huesos y dientes nuevos?
Por supuesto que lo han intentado, pero su tecnología para
fabricarlos los ha defraudado. Se necesitan temperaturas de 800 a
900°C para cocer el polvo y endurecerlo. La parte de hidrógeno y de
oxígeno del mineral se evapora mucho antes de alcanzar esta
temperatura. La cocción resultante es demasiado suave por lo que
es necesario agregar materiales tales como el silicio para
endurecerlo. Es entonces cuando se pierde la mayoría de las
ventajas de utilizar el hueso natural. El injerto no se suelda al hueso
natural, aunque es mejor no traerlo.
Quizás el polvo blanco no es el material adecuado. Después de
todo, el cuerpo no produce su hidroxiapatita a partir de polvo.
Aunque se desconoce cómo lo hace, la estructura del material es
tan simple que es relativamente fácil sintetizarlo en el laboratorio.
En 1987, el doctor Richard Lagow de la Universidad de Texas, en
Austin, anunció que podía fabricar dientes y huesos naturales.
Aproximadamente, 200 compañías interesadas lo acosaron, pero
tenía mucho más que aprender antes de estar listo para instalar una
fábrica de huesos. En la actualidad, los puede hacer prácticamente
de cualquier tamaño, forma o densidad; ha experimentado con
conejos, cerdos, perros y monos; ahora, algunos tejanos ya portan
dientes postizos, que no lo son del todo.
Algunos de los conejos que recibieron injertos siguen viviendo tres
años después de la implantación (se les quitó una rebanada de
hueso de una pata y se les reemplazó por una de hidroxiapatita
sintetizada, sostenida con un vástago de acero). El doctor Lagow se
sorprendió al descubrir que los injertos artificiales gradualmente se
convierten en hueso natural. Algunos ya han sido reemplazados en
un 85%. Esto sucede en la misma forma en que el hueso crece
naturalmente; en cualquier momento se regenera el 5% de los
huesos de una persona. Primero unas células llamadas
osteoclastos, que se producen en la médula ósea, disuelven el
hueso con ácidos, y dejan pequeños cráteres. Luego, otras células,
denominadas osteoblastos, rellenan los cráteres al sintetizar el
hueso nuevo. Los capilares entran al hueso para llevar sangre y
vida. Estas reacciones químicas sólo pueden suceder si los poros
en la materia hidroxiapatita son del tamaño correcto. La ingeniería química del doctor Lagow rinde frutos. Los injertos óseos con
silicio y otras sustancias, y los huesos de cadáveres no logran
esto, por lo que nunca se vuelven tan fuertes como el hueso
natural.
El uso de los huesos de cadáveres acarrea otros problemas
también, primero porque están muertos; segundo, porque son de
otro individuo. Aunque han sido irradiados con rayos X, para
destruir todo el material genético, el sistema inmunológico del
receptor algunas veces los rechaza. Además, cuando se injertan
estos huesos en niños a quienes se han quitado huesos
cancerosos, la cirugía tendrá que repetirse cuando el chico crezca,
para injertarle huesos más grandes.
El uso del mineral del doctor Lagow para fundas y coronas dentales
es muy práctico, porque éstas no necesitan crecer o soldarse al
hueso natural. Se siente como un diente natural, porque lo es; se
expande y contrae al variar la temperatura en el mismo grado que
los otros dientes en la boca del paciente. Además, la porcelana
utilizada normalmente para la corona es más dura que los dientes
naturales, lo que puede desgastarlos. El cambio de las raíces
dentales en el que una espiga de metal penetra en la quijada para
sostener a una corona de porcelana, también se puede mejorar, ya
que sólo dura entre cinco y diez años. Incluso, la versión más
porosa del mineral puede aprovecharse para hacer una raíz que
crezca dentro de la quijada.
La versión dental dura puede usarse para cambiar los vástagos y
las articulaciones de metal en las caderas artificiales y otros
injertos actuales. Mientras que en muchos laboratorios de Texas se
intercambian y arreglan huesos en animales como piezas de juego
en construcción, el doctor Lagow trata de encontrar formas para
hacer dientes y huesos a temperaturas más bajas y con equipo más
maniobrable. Esto permitiría que los cirujanos hicieran las formas
que quisieran en la sala de operaciones y que los dentistas
utilizaran el material para incrustaciones.
El hueso artificial consta de hidroxiapatita y
Fibra colágena.
Oxígeno.
Silicio.
Células vivas.
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